domingo, 16 de marzo de 2014

La finitud de lo seguro

Siempre he deseado desde pequeña que las cosas no cambiaran, permanecieran estables, no evolucionaran, tal vez por eso comencé a realizar pequeños rituales con mis dedos, haciendo cuadrados y círculos continuamente, como si en ellos quisiera atrapar ese instante, ese momento de vida que no quería ni podía perder. Recuerdo esos inolvidables días de verano, en la playa, andando por la orilla con mi padre. Mi mente y ahora mis recuerdos magnifican esos momentos, en el que éramos dos personas, padre e hija, que se amaban, querían y disfrutan con sus juegos, pescando camarones en la orilla, entre las rocas, bajo la luz dorada del sol en el crepúsculo de uno de tantos atardeceres, que creía sinceramente  iban a ser infinitos, aunque, algo en el fondo de mi alma intuía que eran momentos ya perdidos.
Quizás por eso ahora me he aficionado a hacer fotos, capturando instantes, mágicos fragmentos de mi vida que colecciono, no sé muy bien con qué finalidad, pero me dan seguridad de lo vivido. Sí hemos topado con la palabra clave de esta historia: la seguridad. Ese afán de sentirme segura dentro de mis múltiples dudas, miedos, incertidumbres, indecisiones ha guiado mi vida, por qué no decirlo a trompicones. Me he atado a un madero, fuertemente, para que ningún viento, huracán, maremoto, me arrastre, y afortunadamente he sobrevivido,  pero al desatarme me he dado cuenta de que no hay nada seguro. No se pueden capturar momentos, no se pueden hacer conjuros para que todo siga igual, la vida es puro cambio, pura evolución, somos seres que continuamente estamos en camino y no podemos dejar de subir y bajar montañas, cruzar ríos, nadar contracorriente, para una vez llegada a la orilla, descansar y darnos cuantas de la lejanía del horizonte que aún nos queda por recorrer y saber que llegar significa el final………