domingo, 17 de enero de 2016

La despedida

En el hospital, acompañando a mi madre enferma, en la que el peso de la edad pugna con fuerza fente a la voluntad de no morirse, la veo, como si fuera otra persona, no siento que sea mi madre, parece una extraña, se ha hundido en su mundo, que debe ser un mundo inhóspito y hostil por la mirada perdida y ausente que tiene. Dios sabe qué pensamientos inundan la penumbra de su muerte. Ella siempre ha vivido desconectada de todos y de todo; aislada hacia las tareas del hogar sin contar con nadie, siempre en silencio. A veces tenía la inpresión de que no me veía, de que le sobraba, de que deseaba que me fuera de la casa para dejarla a ella en su territorio. Incluso ahora que estoy en el hospital, me siento una intrusa. No la acompaño, ella está en su cama y yo en el sillón, somos dos extrañas que ha unido el azar con lazos de sangre y ahora les toca despedirse, con ese adiós dicho hace mucho tiempo que se hace realidad ahora. Ese adiós que se dicen los conpañeros a las personas que se jubilan. Ha de ser así, no hay otra forma, solo me mueve el deseo de no repetir este patrón   con mis hijos. Es triste, muy triste, que 
de la pérdida de un ser querido te quede el vacío, imposible de llenar porque apenas ha habido momentos vividos y  compartidos con autenticidad. Adios mamá, te quiero mucho y te querré siempres allá donde estés, donde siempre hayas estado!!


Puertas cerradas a la tristeza

Con mucho sigilo estoy rozando, tocando casi e incluso oliendo a la tristeza, !ya asoma un poco la cabecita y casi la veo!. Cuánto tiempo te he tenido oculta, aplastada, sepultada, sin querer verte!! Cuando presentía tu presencia, huia, corría, te esquivaba.Cuánto tiempo hemos estado juntas pero sin  sentir nuestra presencia, hemos vivido en conoartimnetos estancos. Al ir derribando los muros y las paredes nos hemos encontrado. De momento sólo podemos mirarnos,sin apenas tocarnos, como dos amantes que han estado mucho tiempo sin hablarse, evitándose el uno . Así estamos nosotras tristeza, has guiado mi vida y mi voluntad sin apenas saberlo, te has entrometido en mis asuntos  y al fin me doy cuenta que he de aceptar tu presencia, he de habituarme a ti , escucharte sin tapujos, sin artificios, con amabilidad.. Así pues  bienvenida a mi vida querida tristeza, necesitaba sentirte para llenar esos huecos que han dejado mis seres queridos, de lágrimas no derramadas y recuerdos vividos. Cuanto te necesitaba!!! Qué vacía ha sido mi vida llena de control, rigidez y puertas cerradas!!!


domingo, 3 de enero de 2016

Necesidad de ser amados

En estos dias de Navidad donde todo el mundo intenta poner parches a sus emociones y cubrir de una capa de superficialidad sus acciones y conductas para que parezca como si todo fuese perfecto y divino, nos dejamos arrastrar por ese ansiolitico - llamado consumismo- que adormece nuestro yo más autentico e interior, es entonces cuando me doy cuenta de las enormes carencias afectivas que arrastramos durante todo el año y que, sin  ser conscientes de ello, proyectamos en los demas. Lo veo en la necesidad casi patologica de que todos los que nos rodeen estén felices, contentos, de  que no haya ningun problema que perturbe esta momentánea paz, conseguida por la tregua casi impuesta de la Navidad. Como locos vamos tapando con comidas y regalos esos vacios existenciales que nos acompañan desde siempfe, miramos para otro lado, no queremos ver nada feo, desagradable que nos recuerde la realidad de nuestras vidas. Es un buen momento de reflexion y lo dedicamos a salir fuera de nuestro ser, lo abandonamos para actuar, representar papeles que no tienen nada que ver con nosotros, lo encerramos en la mas profunda mazmorra para sacarlo escuálido y famélico el dia siete de enero, Ese día, en el salón de nuestra casa solos y agotados aflora la tristeza, emoción apartada con todas nuestras fuerzas  durante estas fechas, para recordarnos que detrás de todo esteespectáculo  nosotros lo único que queremos es que nos cuiden, nos mimen, nos amen de verdad, de corazón, que nos lancen una palabra amable y una mirada tierna y que sin regalos, sin comidas y sin alcohol de por medio, nos digan cuanto nos quieren.