domingo, 17 de enero de 2016

La despedida

En el hospital, acompañando a mi madre enferma, en la que el peso de la edad pugna con fuerza fente a la voluntad de no morirse, la veo, como si fuera otra persona, no siento que sea mi madre, parece una extraña, se ha hundido en su mundo, que debe ser un mundo inhóspito y hostil por la mirada perdida y ausente que tiene. Dios sabe qué pensamientos inundan la penumbra de su muerte. Ella siempre ha vivido desconectada de todos y de todo; aislada hacia las tareas del hogar sin contar con nadie, siempre en silencio. A veces tenía la inpresión de que no me veía, de que le sobraba, de que deseaba que me fuera de la casa para dejarla a ella en su territorio. Incluso ahora que estoy en el hospital, me siento una intrusa. No la acompaño, ella está en su cama y yo en el sillón, somos dos extrañas que ha unido el azar con lazos de sangre y ahora les toca despedirse, con ese adiós dicho hace mucho tiempo que se hace realidad ahora. Ese adiós que se dicen los conpañeros a las personas que se jubilan. Ha de ser así, no hay otra forma, solo me mueve el deseo de no repetir este patrón   con mis hijos. Es triste, muy triste, que 
de la pérdida de un ser querido te quede el vacío, imposible de llenar porque apenas ha habido momentos vividos y  compartidos con autenticidad. Adios mamá, te quiero mucho y te querré siempres allá donde estés, donde siempre hayas estado!!


0 comentarios (+add yours?)

Publicar un comentario